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Allapp

El verdadero origen de Frankenstein, la novela de Mary Shelley

abril 25, 2022

Bien dicen que la realidad supera a la ficción; y es que de algún lugar tiene que venir la inspiración para las historias… ¿Y qué mejor lugar que la vida misma?

Por supuesto, cuando se trata de historias de terr0r, esto nos eriza la piel pues, si al leer o ver los hechos podemos llegar a temblar de miedo, tan solo pensar que algo así ocurrió en la realidad es impactante. Y existe una historia fantástica que relata algo que aún en nuestra época es imposible de realizar; pero que en su tiempo, se intentó muchas veces.

Frankenstein o el moderno Prometeo es una obra de la escritora británica Mary Shelley, publicada en 1818. Es considerada la primera novela de ciencia ficción y trata sobre un doctor loco que juega a ser Dios y termina creando al Monstruo.

En 1816, un volcán en Indonesia liberó toneladas de polvo de azufre a la atmósfera, oscureciendo el cielo y dejando al mundo sin un cálido verano. Mientras tanto, en Suiza, un grupo de amigos se reunió en la Villa Diodati, una hermosa mansión a la orilla de un lago, para compartir historias. El poeta Lord Byron invitó a algunos de sus amigos a pasar el verano allí y además propuso realizar un concurso literario. Entre el grupo de personas se encontraba Mary, y el médico y secretario personal del poeta, John Polidori.

Es así como nació la increíble historia de Frankenstein. Según relata Mary Shelley, la lluvia incesante no les permitía salir de casa y pronto comenzaron a compartir historias de fantasmas. Es entonces que Lord Byron retó al grupo a crear la mejor historia de terror. Y ya sabemos que Shelly fue la ganadora.

Esta es la versión “oficial” acerca de cómo surgió la importantísima novela. Los relatos de terr0r hicieron eco en la mente de la escritora, se colaron entre sus sueños y pocos días después, nació Frankenstein.

Sin embargo, hay quienes aseguran que en realidad se inspiró en sucesos oscuros de su época, ya que el interés por la anatomía se había convertido en un frenesí. Esto -se dice- llevó a muchos entusiastas a cometer crímen3s para obtener c4dávere5 frescos y así lograr estudiar mejor el cuerp0 humano.

Shelley redactó su obra con una terminología anatómica precisa y además, se sustenta en la doctrina del galvanismo.

El médico italiano Luigi Galvani estudiaba la manera en que el cerebro enviaba impulsos eléctricos a los músculos para producir el movimiento en el cuerpo humano. De ahí proviene el galvanismo, una doctrina que estaba en auge entre la comunidad científica del siglo XIX.

También se dice que Polidori era el médico personal de Mary y la asesoró para que su obra fuera más precisa en el ámbito de la anatomía. Sin embargo, este hombre no era el único médico aficionado al cuerpo humano y las historias de terr0r pues el cirujano Anthony Carlisle también se sentía atraído por este tema. Se cree que fue parte importante en la realización de otras novelas que pasaron desapercibidas.

Una reciente investigación pone sobre la mesa la pregunta de si Frankenstein es una obra original o un tipo de plagio.

Donald Shelton, un estudioso de Mary Shelly y su novela más famosa demostró las similitudes que tiene Frankenstein con otras dos novelas. En su texto Anthony Carlisle and Mary Shelley – Finding Form in a Frankenstein Fog , el autor explica que hay dos novelas más antiguas que describen las prácticas de resurr3cción de cuerp0s, completamente reales.

Se trata de las obras Los horrores de la Abadía de Oakendale, de Anthony Carlisle y de Las aventuras de Hugh Trevor, de Athomas Holcroft, ambas de 1797. Esto quiere decir que se escribieron 2 décadas antes de que el monstruo de Frankenstein naciera. Las tres novelas tienen en común una “obsesión” por los científicos locos que intentaron devolver cuerpos a la vida.

La Abadía de Oakendale era el centro de acopio de los c4adáveres que obtenían los profanadores de tumb4s para que fueran resucitados con corrientes eléctricas.

Shelton realiza un profundo análisis de las tres obras donde compara citas textuales de los libros de Carlisle y de Holcroft con las de Shelley. Resulta que en Frankenstein, hay pasajes que son prácticamente iguales a los de las otras obras. La autora cambió el orden de las palabras, usó sinónimos de adjetivos y hasta mantuvo el estilo de escritura, con monólogos, cartas y momentos narrativos. Además, el académico encontró muchas similitudes entre la personalidad de los personajes.

Esto podría ser una simple coincidencia o una clara evidencia de que Mary Shelly no se inspiró solo en sus sueños, sino en esas obras y las leyendas sobre científicos intentando resuc1tar personas.

Donald también descubrió que Carlisle tuvo amistad con muchos médicos resurreccionistas. En la época, varios de ellos obtenían “cuerpos frescos” para que sus alumnos realizaran prácticas médicas y también para el avance de la medicina.

Por más cruel que parezca el robo de c4dávere5 para el interés científico, lo cierto es que este método fue de gran ayuda en la medicina moderna. Por ejemplo, John Hunter es un venerado anatomista y cirujano, a quien se le considera el padre de la Patología Quirúrgica pues marcó un gran avance en la cirugía tal como la conocemos. Esto solo pudo lograrlo gracias al mercado de cuerp0s.

Pero ahí no acaba todo pues, de acuerdo con Shelton, John Hunter también incursionó en los intentos de revivir seres. Entre 1750 y 1774, William Hunter, hermano de John y William Smellie, estudiaron a mujeres embarazadas que recién acababan de perder la vida. El rumor dice que ellos mismos eran quienes se encargaban de hacer que estas mujeres dejaran el plano terrenal. Y no solo eso pues al parecer, los hermanos Hunter intentaron revivir a los f3tos con material biológico de perros.

Relatos como este hay muchos, pues en la época, los cuerpos humanos realmente se convirtieron en un producto con alto valor en el mercado. Ya sea para estudiarlos y/o intentar revivirlos; lo cierto es que no podemos negar que esta parte ocurrió.

Y tal parece que la semilla creadora de Frankenstein en la mente de Mary Shelley, fue resultado del frenesí del momento por descubrir el origen de la vida humana.

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