
Las brujas son una figura constante en las historias de terror. Alrededor del mundo existen muchos relatos que involucran a estas mujeres practicantes de la magia y que además, se alimentan de niñ0s.
Desde pequeños se nos enseñó a tenerle miedo a estos seres pues los adultos nos aseguraban que en la noche, podían venir a llevarnos y cocinarnos dentro se un gran caldero junto a ojos de rana y patas de cabra.
Esta es una creencia muy antigua y no es exclusiva de un lugar en específico. Es decir, cada rincón del planeta tiene una historia particular sobre una bruja, pues; están en todas partes. Los relatos varían en cada región pero el día de hoy queremos contar sobre una bruja en México.
Coyoacán es un barrio de la capital del país, muy famoso por su arquitectura colonial; se trata de un gran atractivo turístico ya que visitarlo es como viajar en el tiempo a la época de la Colonia. Y es precisamente a esta época que se remonta el origen de la Bruja de Coyoacán.
¿Quién era?
La historia comienza con la llegada de un joven muy atractivo al barrio. En ese momento, la zona estaba habitada por hacendados ricos que viajaban allí para vacacionar. El lugar era un sueño campirano que se convertiría en una pesadilla para el hermoso joven.
Debido a su gran atractivo, este chico se robó el corazón de todas las jóvenes de Coyoacán, y se quiso aprovechar de esto. Así que tuvo muchas novias, una tras otra hasta que un día, se enamoró perdidamente de una desconocida. Esta mujer era increíblemente hermosa; la más bella que había visto en su vida y decidido, se prometió a sí mismo que se casaría con ella.
Entonces comenzó el cortejo. El joven la buscaba, dándole todas las atenciones y detalles con el fin de que la chica se convirtiera en su pareja. Muchas personas del pueblo le decían que esa mujer no era buena porque practicaba la brujería y que era mejor que se alejara de ella. Pero de nada sirvieron estas advertencias porque el joven la adoraba y finalmente, terminó haciéndola su esposa.
Al principio el matrimonio iba de maravilla, las cualidades de la mujer eran todo lo que un hombre de la época podría desear. Ella hacía todos los quehaceres del hogar perfectamente y era una excelente cocinera. El único inconveniente que el hombre veía era que su esposa cocinaba moronga todos los días.
Aunque ese platillo le parecía delicioso, pronto se cansó de tener que comer lo mismo diariamente. En una ocasión, el hombre le comentó a su amigo sobre la obsesión de su mujer con la moronga. Éste le recordó los rumores acerca de que su esposa era una bruja que por las noches se alimentaba de la 5angr3 de los niñ0s, y por eso preparaba siempre dicho platillo. El fiel esposo no quiso creer pero la semilla de la duda ya estaba sembrada en su mente.
El hombre decidió confrontar a amada y le preguntó por qué todos los días habrían de comer moronga. Serena, ella respondió que su padre era dueño de un rastro y que lo que no se vendía, lo repartía entre sus hijos. Al hermano mayor le correspondían las vísera5, a su hermana las patas y a ella la 5angr3. El olor de la moronga cocinándose provocó náuseas al hombre, quien no quedó satisfecho con la respuesta.
Luego, volvió con su amigo y le hizo saber la explicación de su esposa. Él tampoco se convenció y le recomendó que en la noche espiara a su mujer.
¿Qué hizo?
Cuando se puso el Sol, la pareja se fue a acostar; sin embargo, el hombre permaneció muy despierto. Pasaron algunas horas y cuando la mujer creyó que su esposo estaba profundamente dormido, se levantó de la cama y se dirigió a la chimenea.
Rápidamente, el hombre se levanto y la siguió, con el mayor sigilo que le fue posible. Entonces presenció algo que jamás hubiera imaginado.
Su bellísima esposa comenzó a quitarse la piel, como si de un vestido de tela se tratara y quedó convertida en una gran bola de fuego. En un abrir y cerrar de ojos, la bola salió por la chimenea y comenzó a andar entre las calles del pueblo.
Con un profundo temor, el hombre se dirigió a la casa de su amigo y le relató lo que acababa de suceder. El amigo pensó rápido en una solución: quemar la piel de la mujer.
Ambos hombres se dirigieron a la casa de la bruja, encendieron la chimenea y echaron ahí la piel. Satisfechos, vieron cómo se consumía entre las llamas.
Cerca del amanecer, la mujer convertida en bola de fuego volvió a su hogar, solo para encontrar que su piel ya no estaba. La bruja no lo podía creer, estaba desesperada porque había encontrado su fin. Enfurecida, salió de la casa y no se le volvió a ver. Se dice que los rayos del Sol la destruyeron aunque hay quienes aseguran que la bruja todavía ronda por las calles de Coyoacán.