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Francia siglo XVIII, Tarrare podía comer lo suficiente para alimentar a 15 personas y hasta trag4r gatos enteros, pero su estómago nunca estaba satisfecho.
Durante la década de 1790, un hombre se hizo conocido como un soldado del Ejérc1to Revolucionario Francés, su nombre: Tarrare y tenía un apetito que superaba todos los limites humanos.
Al principio el Ejérc1to cuadruplico sus raciones, pero se convirtió en un verdadero problema. Tarrare a pesar de que consumía lo equivalente a cuatro hombres, Tarrare hurgaba los montones de basura engullendo todo trozo de comida que encontraba. Él nunca estuvo satisfecho.
A pesar de su insaciable apetito, el joven soldado solo pesaba poco más de 45 kg y se veía claramente desnutrid0. Según informes de la época, Tarrare era una figura aterrad0ra, principalmente porque desprendía un olor horrible y muy fuerte que ahuyentaba a cualquiera que se le acercara.
Los médicos cirujanos mil1tares estaban demasiado intrigados como para dejarlo ir, por lo tanto Tarrare fue examinado por dos médicos: Courville y Baron Percy.
Aparentemente el enorme apetito del joven estuvo presente durante toda su vida. De hecho se cuenta que de niño sus padres lo echaron de la casa porque no podían pagar su comida.
Después de eso se tuvo que ganar la vida como cirquero, actuando de pueblo en pueblo. Durante mucho tiempo se asoció con una serie de del1ncuentes, que robar0n al público mientras el se presentaba como “el hombre que podía comer cualquier cosa”.
Supuestos testigos que asistieron a sus espectáculos relatan que masticaba grandes cantidades de fruta de una sola vez, incluso comía animales vivos. “Agarró a un gato vivo con los dientes, destr1pó al animal, chupó su sangr3 y comenzó a comérselo, dejando solo el esquelet0”.
Para los médicos de la época era un caso desconocido e intrigante. El joven a los 17 años podía comer absolutamente de todo y pesaba tan solo 45 kilos. Su piel, sin embargo, tuvo que estirarse de manera surrealista por contener tanta comida.
Cuando comía su cuerpo se hinchaba como un globo, especialmente en el área del estómago. Pero todo lo que tenía que hacer era ir al baño y luego volvería a su tamaño normal. Cuando su estómago estaba vacío, su piel caía tanto que atar los pliegues de piel alrededor de su cintura, como un cinturón.
Sus mejillas también se caían, eran tan grandes que se asemejaban a las orejas de un elefante. Los pliegues de su piel eran el secreto del como lograba comer tanta comida. Su piel se estiró como una banda elástica, lo que le permitió meter una increíble cantidad de comida dentro. Pero la forma en la que comía, totalmente loca, también creaba un olor espantoso.
“A menudo apestaba hasta tal punto que no podía soportarlo a una distancia de veinte pasos”. Según los médicos, el cuerpo del hombre siempre estaba caliente al tacto y goteaba un sudor constante que apestaba a aguas residuales.
Pero llegó un momento en el que abandonó su carrera artística para defender a Francia, aunque el ejérc1to lo repudiaba. Pero el general Alexandre de Beauharnais tenía una firme convicción de que Tarrare podría ser útil.
Para probarlo, colocó varios documentos dentro de una pequeña caja de madera e hizo que Tarrare se la tragara. Horas después cuando Terrare desechó la comida, un pobre hombre se dedicó a hurgar en sus h3ces buscando los documentos. Para sorpresa de todos, todavía eran legibles.
Así Tarrare recibió su primera misión. Disfrazado como un campesino prusiano, se suponía que debía escabullirse a través de las líneas enemigas y entregar un mensaje de alto secreto a un coronel francés capturado.
Pero no llegó muy lejos. El ejérc1to enemigo no tardó mucho en darse cuenta de que no hablaba alemán y que en realidad era un espía francés. Fue desnudad0, registrado, az0tado y t0rturad0 durante casi un día, hasta que sucumbió a sus enemigos y les contó su verdadera misión. Al enterarse de la verdad, los soldad0s prusianos ataron a Tarrare a una letrina y esperaron.
Al final, cuando la caja de madera fue expulsada del cuerp0 del francés, todos quedaron sorprendidos por el contenido: un pequeño papel, con un mensaje en el que se pedía al destinatario que informara si Tarrare había entregado correctamente el mensaje.
Todo era solo una prueba. Al final, el general de Beauharnais todavía no confiaba en el hombre al 100%. Enojados pero compadecidos por la difícil situación del hombre, los soldados prusianos le perdonaron la vida y lo enviaron de regreso a Francia, no sin antes g0lpearlo, por supuesto.
De vuelta en Francia, Tarrare rogó al ejércit0 que nunca más fuera enviado a misiones de esta naturaleza. Suplicó a los médicos que le dieran una solución a su problema y Baron Percy hizo lo mejor que pudo.
El médico realizó varias pruebas, usando vinagre, pastillas de tabaco y varios otros remedios que podrían ayudar a saciar el increíble apetito del paciente. Pero nada funcionó. Durante los años que siguieron, se vio a Tarrare bebiendo s4ngre de pacientes del hospital e incluso comiendo carne humana en las morgues.
Tarrare mur1ó en 1798, de tuberculosis, y la descripción de su aut0psia es digna de una película de terror: “Las entrañas estaban podridas, sumergidas en pus. El hígado era excesivamente grande, falto de consistencia y en estado de putrefacción. La vesícula biliar era de considerable magnitud. El estómago, en estado laxo, y con manchas ulcerosas diseminadas a su alrededor, cubría casi toda la región abdominal”.
A día de hoy, la falta de elementos totalmente fiables desde el punto de vista médico, así como el hecho de que todo ocurrió hace más de 300 años, hace que la ciencia desconozca lo que pasó con Tarrare. En cualquier caso, su historia, tan aterradora como repugnante, sobrevive al paso del tiempo y aún hoy es contada varias veces.